LOS SECRETOS DEL CIELO

Rosa Luque, Diario Córdoba, 10 de diciembre 2009

Hace unos años sorprendió con una exposición deslumbrante que era toda una lección de geografía soñada: montes, llanuras y ríos vistos desde arriba componían una orografía llena de imaginación y sin embargo tan real como la misma tierra salida de sus pinceles, que además pretendían ser una llamada de atención para que no acabemos de cargamos el planeta. Ahora Antonio Bujalance cambia radicalmente de perspectiva y, sin abandonar el terreno de sus íntimos paisajes ni sus personales texturas y composición, nos muestra el cielo y sus secretos, que no son teológicos ni lo pretenden, sino siderales. Supernovas, nebulosas, espirales... luces y agujeros negros rociados de polvo de estrellas que desde lo alto parecen marcar rutas insondables a los seres humanos. Nada del universo astral es ajeno a la ensoñación del pintor cordobés, que además de buen conocedor de la bóveda celeste -a la vista está- es un poeta.

Fragor de luz, sonidos de la materia

Antonio Bujalance expone en la galería de Cajasur Gran Capitán

Ángel Luis Pérez Villén, Diario Córdoba, 13 de febrero de 1997

Vinculado a la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Córdoba, el nombre de Antonio Bujalance también lo está a la creación ‘artística. Su faceta docente no le ha impedido desarrollar una trayectoria creativa, volcada en el análisis y la depuración de la pintura, en especial mediante la práctica de un género como es el del paisaje. La exposición, que bajo el título "La réplica de lo sentido" se exhibe hasta finales de mes en la Sala Cajasur Gran Capitán, compuesta de una veintena de obras en pequeño y medio formato -aunque también se muestra una excelente pintura de gran formato- viene a actualizar lo que pudimos contemplar hace cuatro años en la Sala Mateo lnurria y confirma esta predilección del artista por ahondar en la recreación de los espacios abiertos, interpretar la huella de la naturaleza a través del tiempo y vislumbrar el paisaje que bulle en nuestro interior.

Los ritmos de Antonio Bujalance

Carlos Clementson, Diario Córdoba, 11 de noviembre 1993

Para cualquiera que tan sólo conozca de una manera superficial y externa la trayectoria pictórica de Antonio Bujalance puede resultar quizás un tanto sorpresiva la muestra que hoy nos ofrece en la Galeria Mateo lnurria, constituida por una grave y desolada reflexión que estilísticamente se plasma en un notable expresionismo de formulaciones abstractas, o aparentemente abstractas, mas que no disuenan, -creo yo- de su trayectoria anterior, si bien esta fundamentalmente figurativa, orientada también al estudio y expresión de los estrictos valores cromáticos y matéricos.

Alfa y Omega, origen y final y milenio, caos primigenio y degradación ambiental contemporánea, en esta dolorida reflexión plástica sobre la Naturaleza, en esta diacrónica contemplación testimonial como de los paisajes terrestres desde arriba, desde una perspectiva muy por encima de la inmediata realidad de las cosas, paradójicamente el génesis se da al año con el apocalipsis, el final con el origen, la aurora de la creación con su crepúsculo.

La lujosa luz del cielo

El pintor cordobés Antonio Bujalance exhibe su obra en Carmen del Campo

Miguel Carlos Clémentson Lope, 19 de diciembre del 2009

En este año 2009 que termina, se conmemora el cuatrocientos aniversario de la construcción de un telescopio suficientemente perfeccionado, por cuenta del genial matemático, astrónomo y físico toscano Galileo Galilei, que permitió al hombre por vez primera asomarse al Universo: observar la irregular superficie de la Luna, descubrir la naturaleza estelar de la Vía Láctea, conmoverse con los anillos de Saturno, admirar las cambiantes fases de Venus, pero, sobre todo, corroborar la desde entonces incontestable solvencia del sistema heliocéntrico o copernicano, que continúa vigente aún hoy día, al menos para nuestro sistema solar. Hasta 1609 se había teorizado ampliamente acerca de los misterios del Universo; desde esa fecha en adelante quedó constituido el denominado método experimental, y asentadas las bases para el imparable desarrollo de la ciencia moderna, pese a que el Papa Urbano VIII -como sus antecesores-, hizo cuanto pudo por silenciar las teorías de Copérnico, ahora corroboradas por las observaciones empíricas formuladas a través del telescopio de Galileo.