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DIARIO CÓRDOBA I CUADERNOS DEL SUR

Al candor de todas estas imágenes suscitadas desde la titánica e incansable retina del Hubble, o de la del más reciente VLT, del Observatorio Europeo Austral, Antonio Bujalance desde la Tierra, utilizando el sin par recurso de su imaginación de pintor, decidiendo en acto volitivo instrumentar el color y la materia, actuando in creatore como un dios. Difícil empresa, pues lo representado ha de ser ajeno enteramente al dominio de la figuración; una constatación de que la Naturaleza, como el Cosmos, es abstracta en grado sumo si la fragmentamos, si la observamos desde un viaje programado y consentido hacia el universo de lo microscópico. Bujalance, una vez más, al autodelimitar su ámbito de posibilidades, se lanza al vacío para remontar en heroico vuelo, celebrando con todos nosotros la constatación de su maestría. La propuesta expositiva se convierte así en una oportunidad para el regocijo conjunto de artista y público, esencializándose aquí en grado extremo el discurso plástico: demostrándose cómo es posible orquestar una composición con la única herramienta que proporciona el puro goce del color, distribuyendo adecuadamente las improntas gestuales de la materia pictórica, ayudándose de unas texturaciones instauradas desde la propia fase de imprimación del soporte todo un compendio de posibilidades técnicas activadas, consecuencia de su contrastada y veterana experiencia en la práctica pictórica. En estos trabajos, la imaginación del artista, su capacidad de ensoñación para secuenciar los motivos -que ahora se tornan en protagonismos gestuales, cromáticos o texturales- se nos muestra más eficiente que el más sofisticado telescopio que la técnica disponer pueda en manos del hombre. Llegados a este punto no podemos si no rememorar aquella controversia suscitada entre la imitatio y la superatio en el Humanismo, y posicionarnos a favor de la libertad de acción, decantándonos por el superamento que preconizaban artistas y poetas como Poliziano.

Al visitar la exposición el espectador percibe que se sumerge en un entorno extraño al propio hombre, habitado predominantemente por la masa azul del fondo cósmico. La técnica de elaboración desplegada en estos trabajos es muy parecida a la de la acuarela: concreción de reservas zonales, uso de transparencias, utilización del pulverizador para crear texturaciones; las improntas gestuales de materia pictórica, a veces muy fluidas, son respetadas en ciertas partes del cuadro, generando recursos evanescentes, de translúcido efectismo. Las composiciones responden a estructuras internas resueltas de forma concéntrica unas veces, mientras en otras se pretende, por parte del artista, generar una idea expansiva acerca de la materia representada, al parecer emerger el movimiento de su núcleo central. En todos estos trabajos lo aleatorio ha tenido un notable protagonismo: surgen de esta manera efectos sorpresivos como consecuencia de la aplicación del color. Son cuadros lentos de ejecutar, y dificultosos de orquestar; casi siempre hay que dejar transcurrir bastante tiempo para que seque el pigmento acrílico y así valorar el efecto conseguido, de manera que las etapas de elaboración se secuencian con calma extrema hasta alcanzar el efecto final deseado. Muchos de los recursos técnicos aquí empleados son reconocibles dentro del repertorio de posibilidades habituales en el artista: aplicación ampulosa del color; ejecución precisa y meticulosa, ajena a toda afectación que pudiera interpretarse como manierizante; magistral secuenciación de las luces y las sombras en la superficie compositiva; magnífica orquestación de los recursos expresivos, manifiestos a través del trazo, las texturaciones y el puro uso del color. Aún dentro de esta dificultosa temática que supone la representación del Cosmos y sus arcanos, Antonio Bujalance nos demuestra, con estos concretos y tangibles acontecimientos plásticos, que la pintura, cuando es buena pintura -como ésta-, no precisa de argumento, ni de guión, ni de título sólo del hilo conductor de la maestría. Y aquí está todo un Universo propio, habitado por su discurso generativo para confirmarlo.

El universo de Antonio Bujalance. Galería: Carmen del Campo.