Skip to main content

CUADERNOS DEL SUR. DIARIO CÓRDOBA

 

Al primero de los envites se entrega desde un muy consciente reconocimiento de los límites que le confinan y que se expresan en el hecho determinante de que lo musical conlleva necesariamente una dimensión temporal a la que la pintura no puede acceder. Sólo a partir de la irrupción en el terreno de la creación de nuevos medios tecnológicos, especialmente el vídeo, esta contingencia pudo ser franqueada por artistas como Nam June Paik o John Cage. Hasta entonces la presencia de la música en las artes plásticas se había cernido a lo que aspira Bujalance, a construir retazos e impresiones en los que lo musical es el punto de arranque de una exploración pictórica subjetiva. Liberada de esa absurda aspiración a ejercer de traductor de dos lenguajes completamente dispares, imposibles de unificar, el artista decide hábilmente desinhibirse y lanzarse a un desafío que por prosaico no deja de ser menos meritorio. Pues es precisamente en esa habilidad para usar lo musical sólo como inicio donde se revela el oficio del pintar en toda su magnitud.

El segundo trayecto es el del género paisajístico que, aunque siempre presente a lo largo de su ya dilatada trayectoria, cobra un protagonismo cada vez más vehemente en su obra más reciente. Aparece éste representado en la exposición de Carmen del Campo por una innovadora forma de acceder a él, basada en la nueva visión cenital a la que nos han acostumbrado la perspectiva procedente, de nuevo, de la videosfera. Una perspectiva que corrobora, una vez más, que ni los géneros pictóricos ni incluso nuestra forma de ver el mundo son permanentes, sino que se contagian indefectiblemente de las condiciones de visualidad del contexto histórico en el que se desarrollan.

Es por tanto, un mirar nuevo sobre el paisaje que no debe confundir con una nueva forma de realismo, ya que la fuente primigenia de la que mana la pintura de Bujalance es la imaginación. Es, digamos, el argumento paisajístico como lo es la música en su serie antes comentada una posición de salida hacia una pintura que se hace desde el interior, desde la creatividad del pintor. Sólo así se comprende el modo como resuelve sus acrílicos, cediendo la hegemonía de la pintura a la propia materia. De modo que el espectador de su obra se ve capturado, no tanto por el reconocimiento de la imagen que allí se le propone. sino por la riqueza y sensualidad de los matices de su pintura.